Gracias a las redes sociales, estamos constantemente bombardeados por historias increíbles de personas que han visto el mundo y que nos animan a verlo también. Nos cuentan cómo se sintieron libres, aprendieron, que lo podrían hacer toda la vida. Incluso hay personas que incentivan a que renuncies a tu “trabajo de 9 a 6” para empezar una aventura alrededor del mundo.
En el tiempo que llevo viajando, pocas veces he escuchado todo eso en la vida real. No me malentiendan, no creo que NO sea así, solo digo que no es SÓLO eso. Al escuchar personas que han viajado durante varios meses contar sus experiencias, pocas veces éstas son “color de rosa”. Hay agotamiento, hay necesidad de rutina, estabilidad, hay poco sentido de pertenencia, hay malas experiencias también.
No se trata de desincentivar a la gente a emigrar, viajar, irse a estudiar al extranjero y buscar nuevos rumbos, todo lo contrario. Ya que soy una convencida de que mientras más reales sean las expectativas del nuevo lugar y del proceso migratorio, mejor será la adaptación y por lo tanto, menor la desilusión y más las probabilidades de disfrutar el nuevo lugar.
Tampoco se trata de meter a todos en un mismo saco y generalizar a todas las personas que emigran o viajan, pero me baso principalmente en las redes sociales y en los relatos de personas a las que escuché con ilusión y después corroboré que la información que me daban no era del todo precisa. Ahora, no digo que haya una mala intención detrás de esta omisión ya que finalmente todos tenemos diferentes recursos psicológicos para sobrellevar y también recordar las situaciones que vivimos, puede ser que a alguien le haga sentir mejor contar una historia más positiva que la realidad.
Tal vez yo también he mentido, y es que vivimos en una sociedad que premia a lo positivo y está bien. Pero por esto mismo, el crear este espacio es mi recompensa a ustedes por las veces que subí una foto a alguna red social, sin sentirme exactamente con esa sonrisa de oreja a oreja que presumía.
Nos metemos a Instagram desde nuestra casa y vemos captions inspiradoras acerca de viajar, acompañado de una foto envidiable, rodeada de personas que no dan más de la risa o en una playa paradisiaca con una piña colada en la mano. O hablamos con nuestro compañero que se fue de Erasmus o de intercambio y pensamos “está en su mejor momento” porque creemos que lo ha pasado increíble, que se va de fiesta día a día y hasta se ve más resuelto.
Puede ser verdad, además nuestro compañero no tiene por qué contarnos sus desgracias o cada detalle de su vida. Efectivamente, migrar tiene muchos aspectos positivos. Pero no es todo, no es perfecto y no es para tod@s. Por lo que siento una responsabilidad de informar a otras personas que tengan idealizada la idea de viajar acerca del lado no tan lindo que se experimenta. Porque si no lo hago ¿Qué pasa?, esas personas se deciden por emigrar y tal vez lo disfrutan bastante pero en cuanto empiezan a sentir emociones negativas se preguntarán si están haciendo algo mal. Y lo primero que deben saber es que no son los únicos que se han sentido así. Que la migración y el viajar por largos tiempos, son asuntos complejos que cuentan con una cantidad importante de dificultades que se pueden presentar y por lo tanto, un sinfín de emociones que puedes experimentar que no serán agradables.
Y es que, como hablaré en otro artículo más extensamente, una vez que superemos ciertos obstáculos, sumado a los recuerdos de momentos felices que quedan plasmados en fotos y vídeos, tendemos a olvidar lo negativo. Por lo tanto, cuando compartamos nuestra experiencia con alguien, puede ser que obviemos esos aspectos no tan fáciles, que no los recordemos como difíciles o simplemente, que no nos sintamos cómodos de compartirlos. Tal vez creas que sólo te pasó a ti o sientas vergüenza de los momentos que alguien pueda considerar como fracasos. Por último, es posible que creamos que al sentirnos mal, subir una foto mostrando lo bueno, nos hará sentir mejor.
Esto ocurre cuando las personas emigran a un lugar en específico pero también cuando la gente tiene vidas nómadas aunque sea por un tiempo determinado, como aquellos viajes largos. Que se convierten en más que vacaciones, en un estilo de vida, aunque sea por un tiempo. Me crucé con incontables personas que llevaban meses recorriendo diferentes lugares. Yo, personalmente, no soy de viajes muy largos. Seis semanas es mi período máximo para asegurarme de disfrutar bien un lugar, si me quiero quedar más tiempo, me establezco ahí. Esto es algo que descubrí de mí misma en la marcha por lo que, de la pura curiosidad, cuando conocía a alguien que llevaba 6 meses viajando, le preguntaba sobre sus experiencia, las respuestas siempre tenían relación con estar cansados (física y mentalmente), con extrañar sus cama, o la comida, que era agotador planear cada día, o de sentir culpa por quedarse un día acostados.
Con esto no quiero decir que viajar es un martirio espantoso, pero que esas situaciones terribles, en las que viajando habían vivido una mala experiencia tras otra, no se ven, no se publican y, por lo tanto, se desconocen. Muchas veces al revisar las redes sociales de las personas que me contaban esto, ya sea fotos o canales de YouTube, parecía que todo lo malo que me habían relatado no existía. Y esto, es lo que finalmente, crea la idealización.
Así, aunque nos cueste, hago un llamado a la autenticidad, mostremos lo bueno, lo malo y lo feo. Sobre todo cuando alguien nos pregunta acerca de nuestra experiencia. No solo seremos más honestxs con nosotrxs mismxs pero también le haremos un favor a los demás (futur@s) viajer@s.